Identidad y plasticidad cerebral

¿Hasta qué punto lo que nos contamos puede convertirse en nuestra nueva realidad?

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¿Qué nos dice el cerebro de las actrices y actores sobre la plasticidad cerebral de nuestro cerebro? 

A lo largo del día, adoptamos diversos roles que reflejan diferentes aspectos de nuestra identidad, moldeados por nuestras experiencias, ideales y preferencias. Ya sea como madre, trabajadora, amiga, o en cualquier otro rol, cada uno de estos papeles muestra una faceta única de nosotras mismas.

Sin embargo, las actrices y actores llevan esta capacidad de transformación a un nivel completamente distinto. Al sumergirse en sus personajes, logran desactivar áreas específicas del cerebro, como la ínsula y el precuneo, que están estrechamente vinculadas a la identidad individual. Este fenómeno, conocido como supresión de la identidad, permite a los intérpretes inhibir temporalmente su propia personalidad para adoptar plenamente la de su personaje.

Investigaciones han demostrado que los mejores intérpretes presentan una mayor inhibición en estas regiones cerebrales, lo que les permite una inmersión más profunda y convincente en sus roles. 

Como bien dijo el actor Anthony Hopkins, «el arte de actuar no radica en la actuación en sí misma, sino en la habilidad de transformarse en otra persona«.

Se ha observado que una manera efectiva de favorecer la inhibición de estas zonas cerebrales es a través del movimiento corporal.

Es decir, el cerebro tiene más facilidad en sumergirse en el papel de un personaje cuando interioriza sus gestos y postura corporal.

Entonces, ¿qué sucede con los actores y actrices que interpretan un papel durante largo tiempo?

 Se produce una especie de fusión en la que la persona acaba influyendo en el personaje y viceversa. Esta interacción bidireccional entre actor y personaje es un fenómeno fascinante que muestra la profundidad de la plasticidad cerebral.

Un ejemplo es el de Will Smith, quien, al preparar un papel para una película, se sumergió tan intensamente en su personaje que experimentó una fusión entre su identidad y la del personaje. 

 Todo lo que hacía a lo largo de su día a día lo hacía desde la perspectiva de ese personaje que iba a interpretar. 

Al principio, sus regiones cerebrales de la ínsula y el precuneo estaban desactivadas, permitiéndole adoptar completamente el rol. Sin embargo, a medida que pasaba el tiempo, comenzó a experimentar una mezcla entre su propio ser y el personaje que interpretaba.

Esta supresión de la identidad inicial permitió una inmersión profunda en el papel, pero también resultó en una gran dificultad para distinguir entre quién era él y quién era su personaje. 

Este proceso nos permite ver la capacidad del cerebro para adaptarse y reconfigurarse en respuesta a experiencias sostenidas y profundas.

La fusión de identidades en actores que interpretan roles a largo plazo no solo nos da una comprensión más amplia de la notable plasticidad del cerebro humano, capaz de transformarse y adaptarse continuamente a nuevas realidades y experiencias.

Y es que el poder de nuestra mente y la importancia de nuestras creencias es mucho más grande de lo que imaginamos. Nuestro cerebro absorbe y crea una realidad con lo que le contamos. Todo lo que experimentamos nos transforma y nos moldea. Cuanto más utilizamos ciertos recursos cognitivos, más fuertes se vuelven las conexiones neuronales asociadas.

Por lo tanto, si Will Smith hubiera continuado reforzando esas áreas neurales al interpretar su papel, parte de la identidad del personaje hubiera permanecido en él para siempre. Y quizás así fue.

Ahora tiene más sentido la frase «fake it till you make it«, ¿verdad? 

¿No es fascinante ver hasta qué punto lo que nos contamos puede convertirse en nuestra nueva realidad?

Y cómo, cuando juntas cuerpo y mente, ¿todo proceso se magnifica?

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