¿Sabías que cuando te enfadas con alguien, le estás contando tu historia de trauma?

Compartir

A veces creemos que el enfado surge simplemente por lo que alguien acaba de decir o hacer. Pero si prestamos atención a cómo se activa en el cuerpo, muchas veces descubrimos que ese enfado no es solo del presente, sino un eco del pasado. 

Cuando algo nos desregula con mucha intensidad, lo que se activa no es solo la situación actual, sino una historia emocional que el cuerpo aún no ha podido cerrar.

El cuerpo recuerda lo que la mente olvida

 Nuestro sistema nervioso está constantemente evaluando si estamos a salvo o no, incluso sin que seamos conscientes de ello. A esto se le llama neurocepción —un término acuñado por el neurocientífico Stephen Porges, creador de la Teoría Polivagal (Porges, 2011)—.
Cuando vivimos una experiencia traumática —especialmente si fue en la infancia y no tuvimos a nadie que nos ayudara a procesarla— nuestro sistema nervioso aprende a defendernos activándose con fuerza ante señales similares en el presente. 

Esto se llama neurocepción de amenaza: el cerebro percibe peligro incluso cuando no lo hay objetivamente, porque algo en esa situación “se parece” a un viejo dolor.


Según Stephen Porges, creador de la Teoría Polivagal, el sistema nervioso autónomo evalúa constantemente si estamos seguros o no, incluso sin intervención consciente. Cuando detecta una amenaza, activa respuestas de lucha, huida o congelación para protegernos (Porges, 2011). Y una de las formas más visibles de la respuesta de lucha es el enfado.

El enfado como protector 

Desde la perspectiva de la terapia somática  (Levine, 1997; Ogden et al., 2006), el enfado muchas veces actúa como una capa protectora sobre emociones más vulnerables: el miedo, el abandono, la humillación, la tristeza profunda. Es una manera que tiene el cuerpo de decir: «Aquí me dolió y no quiero que me vuelva a doler.”
Cuando esas experiencias no fueron acompañadas ni procesadas, quedan registradas en el cuerpo como trauma.

“El trauma no es lo que te pasó, sino lo que pasó dentro de ti como resultado de lo que te pasó.”
— Gabor Maté

Como explica Bessel van der Kolk (2014), “el cuerpo lleva la cuenta” (“The Body Keeps the Score”). Esto significa que aunque mentalmente hayamos olvidado o racionalizado ciertas experiencias, el cuerpo reacciona cuando detecta algo similar. Así, una discusión de pareja o un comentario aparentemente inocente puede disparar una reacción desproporcionada si toca una herida no resuelta.

¿Qué estamos mostrando cuando nos enfadamos?

Cuando reaccionamos con intensidad, no solo estamos respondiendo al otro: estamos mostrando una parte de nuestra historia emocional no sanada. El enfado nos da pistas: ¿Dónde me sentí así antes? ¿Qué amenaza percibe mi cuerpo aunque mi mente no la vea?
Por eso, aprender a regular el sistema nervioso no significa no enfadarse nunca, sino poder observar la emoción sin actuar automáticamente desde ella. Poder preguntarnos: ¿Esto es de ahora, o también es de antes?

¿Por qué decimos que estás contando tu historia de trauma?

Porque cuando te enfadas con alguien con intensidad desproporcionada, estás reaccionando desde una parte tuya que aprendió a defenderse así.

Esa parte no es racional. Es automática, protectora, muchas veces infantil.
Y está diciendo: “Esto ya me dolió una vez. No quiero volver a sentirlo.”

Desde la mirada de la terapia sensoriomotriz (Ogden et al., 2006) o el enfoque de Somatic Experiencing (Levine, 1997), el enfado suele ser una capa secundaria que cubre emociones más vulnerables:

  • Miedo
  • Tristeza
  • Impotencia
  • Vegüenza

  • Abandono

El enfado se convierte así en una especie de “armadura” que protege lo que dolió cuando éramos más frágiles y no teníamos recursos para enfrentarlo.

El enfado no es el problema, el problema es la desregulación

En sí mismo, enfadarse no es negativo. El enfado es una emoción legítima, natural, y muchas veces necesaria. Nos señala un límite, una injusticia, un dolor.Pero cuando nos desregula, cuando nos invade por completo o nos lleva a actuar sin conciencia, es señal de que el sistema nervioso está en modo supervivencia.

No estamos eligiendo cómo reaccionamos: estamos siendo arrastradas por una memoria corporal.

¿Cómo saber si tu enfado viene del pasado?

Algunas pistas:

  • La reacción es muy intensa o desproporcionada respecto a lo que está pasando.

  • Te cuesta calmarte incluso cuando la situación se resuelve.

  • Aparecen pensamientos intrusivos, rumiación o tensión corporal sostenida.

  • Sientes vergüenza o culpa después de expresarlo.

Al revisar la situación, puedes conectar ese enfado con algo que viviste antes (por ejemplo, no ser escuchada, ser criticada, sentirte invisible).

Regular no es reprimir: es poder elegir

En definitiva, este estudio refuerza algo que ya observábamos en consulta: la importancia de respetar tu ritmo interno y trabajar desde la experiencia corporal. La ciencia lo confirma, y nosotras sabemos acompañarte en ese camino.

Regular el sistema nervioso no significa dejar de sentir.
Significa poder sentir sin que la emoción tome el control por completo.
Es poder observar el enfado sin actuar automáticamente desde él.
Y preguntarte con compasión:

  • ¿Qué parte de mí se está activando?

  • ¿Qué está queriendo proteger?

  • ¿Qué historia no resuelta está contando mi cuerpo?

Cuando te enfadas con alguien, puede que no solo estés hablando de lo que pasó…
Sino de lo que te pasó.

Tu sistema nervioso no distingue entre pasado y presente si no ha podido sanar.
Por eso, el camino no es evitar el enfado, sino aprender a escucharlo como mensajero.
Porque detrás del enfado, muchas veces, vive una parte tuya que necesita cuidado, no castigo.

¿Te gustaría profundizar en tu historia emocional?

En nuestro centro trabajamos desde una mirada somática y neuropsicológica para ayudarte a entender cómo tu cuerpo reacciona, y cómo recuperar la capacidad de elegir tu respuesta en lugar de vivir en piloto automático.

💌 Escríbenos si quieres acompañamiento terapéutico individual o en grupo.

Bibliografía científica:

Porges, S. W. (2011). The Polyvagal Theory: Neurophysiological Foundations of Emotions, Attachment, Communication, and Self-regulation. Norton.

Van der Kolk, B. (2014). The Body Keeps the Score: Brain, Mind, and Body in the Healing of Trauma. Viking.

Levine, P. (1997). Waking the Tiger: Healing Trauma. North Atlantic Books.

Ogden, P., Minton, K., & Pain, C. (2006). Trauma and the Body: A Sensorimotor Approach to Psychotherapy. Norton.

Subscribe To Our Newsletter

Get updates and learn from the best

Scroll al inicio